miércoles, 1 de mayo de 2019

Cuento sobre la conciencia ambiental


LA SEÑORA QUE QUERÍA LAS PLANTAS, PERO NO AMABA A LA NATURALEZA

Había una vez una señora a la que le encantaban las plantas. La señora tenía un jardín con un sinfín de plantas preciosas de todos los colores que se molestaba en cuidar durante horas y horas sin la ayuda de ningún jardinero. La señora siempre pasaba mucho tiempo en este espacio de su casa regando las plantas para que estuvieran en perfectas condiciones. 

Una de las plantas que más le gustaba a la señora era un girasol gigante que tenía en el centro del jardín, pero un día, de repente, se dio cuenta de que poco a poco su girasol preferido comenzó a marchitarse. La señora se puso muy triste porque no entendía la razón por la que su planta preferida se estaba muriendo lentamente cuando ella le daba todos que requería día tras día con mucho amor.  

La señora, como he dicho al principio, amaba mucho las plantas y tenía un gran jardín con muchas especies de distintos colores y fragancias, pero ella no amaba a la madre naturaleza, pues no reciclaba nada de lo que consumía. La señora jamás usaba los contenedores de reciclado de la basura y, por lo tanto, no separaba los envases de plástico de el papel y no escatimaba en lavarse los dientes con el grifo vertiendo agua en todo momento. 

Lo que estaba sucediendo es que el girasol preferido de la señora se estaba poniendo muy triste por el trato que recibía su madre: la madre tierra. Entonces comenzó a ponerse muy triste debido a que su dueña tampoco respetaba a su madre, ya que el girasol veía como cada día la señora no separaba la basura o iba a comprar el pan en coche a la vuelta de la esquina.

Un buen día, el hada de la naturaleza le dejó un libro sobre la contaminación y sus efectos a la señora en la puerta de entrada a la casa. Tras su lectura, la señora comprendió que no podía tratar mal a la madre tierra porque era ella la verdadera dueña de la naturaleza y debía respetarla para el bien de todos. 

A partir de ese momento, la señora comenzó a reciclar cada producto que consumía, vendió su coche para ir a todas partes en transporte público y cerraba el grifo mientras se cepillada los dientes. 

De repente, un buen día cuando la señora de la casa salía para hacer la compra de la semana. Se dio cuenta de que el girasol estaba en perfectas condiciones y que lucía con todo su esplender como si nada hubiera pasado. La señora se llenó de alegría y continuó cuidando siempre su jardín, eso sí, sin descuidar nunca más a la madre tierra. 

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